Saturday, October 08, 2011

Sobre planificación y rendimiento institucional

         
          Cuando se habla de sinergia en un contexto político-social (o también empresarial), se hace a menudo referencia al ejemplo de una orquesta sinfónica en acción. No hay actividad concertada de grandes conjuntos de personas que deje ver con más claridad el fenómeno de que un trabajo coordinado puede resultar algo más que la suma de aportes individuales.
          El organismo artístico “Orquesta Sinfónica Nacional” de Argentina integra105 instrumentistas profesionales, más un director. Este conjunto funciona – en un plano simbólico – como un Estado Nacional ideal: las 106 individualidades fuertes se someten a la idea de un proyecto en común; cada uno tiene su lugar y su responsabilidad; en la labor diaria se combina disciplina con flexibilidad, sabio gobierno con auto-organización colectiva, libertad de expresión con obediencia a la ley (la partitura). Durante la acción, los integrantes saben de dónde vienen, perciben con simpatía crítica cómo suena la cosa de momento a momento y se proyectan hacia el mejor desenlace posible.
          El efecto ideal de la mencionada sinergia se da cuando todos los participantes tiran de la misma cuerda. Resulta además, que una temporada de la Sinfónica depende en buena medida de la Secretaría de Cultura de la Nación y cabe señalar aquí que algunas de sus dinámicas burocráticas siguen sin estar a la altura de las necesidades del género, de la ambición artística de la orquesta y de las buenas costumbres internacionales en el área.
          Hablando en general: para un país que busca realizar un modelo, lo más lógico sería que lo promocione culturalmente. Para cualquier utopía, la cultura es un factor clave. Es absolutamente imprescindible proyectar con visión y competencia hacia el futuro, incluso lejano. Sin embargo, los mecanismos de gestión en nuestra Secretaría de Cultura parecen estar diseñados para administrar sobre todo hacia atrás. Se agotan en la torpe liquidación de lo devengado, término técnico empleado para designar lo realizado según una mezquina proyección cultural trimestral o – cuando mucho – anual. Este es el máximo horizonte del proyecto cultural de la Nación: el año fiscal.
          Sólo una planificación plurianual puede permitir aprovechar al máximo la institución Orquesta Sinfónica Nacional: su potencial, su capacidad artística, y su efecto socio-cultural de largo alcance.
          Hay que erguir un repertorio sinfónico con criterio didáctico, operativo y artístico; hay que reservar materiales de partituras en tiempo y forma, revisarlas y distribuirlas; hay que planificar tiempos de ensayo prudentes; hay que contratar a solistas y directores, que puedan aportar al crecimiento artístico del conjunto; hay que cumplir los contratos; hay que poner en condiciones los lugares de presentación; hay que mantener el máximo nivel de ejecución en conciertos ante el público nacional e internacional; hay que grabar y difundir – todo eso serviría al enriquecimiento espiritual y al orgullo del pueblo argentino, y también a la digna representación del país ante la mirada del mundo. Así se lo imaginaron los fundadores.
          Planificar a futuro implica en este rubro comprometerse mediante contratos escritos y con mucha anticipación (1 – 3 años) con artistas a invitar. A veces es necesario hacer depósitos de pagos para prestadores internacionales de servicios (p.ej. algunas editoriales), etc. La Secretaría de Cultura no emite contratos escritos ni hace depósitos anticipados de pagos. La realidad cotidiana es una eterna improvisación que suele crear más problemas que soluciones. Proyección cero.
          Por otra parte, es sorprendente es que el mismo Estado Nacional invierte en este preciso momento en un Centro Cultural Nacional de espléndidas dimensiones y características. Su núcleo será la “Ballena Azul”, Auditorio Nacional y futura sede de la Orquesta Sinfónica Nacional.
Eso sí es proyección a lo grande.
A este espacio hay que llenarlo con la mejor cultura sinfónica argentina.
A esta acción cultural hay que administrarla como corresponde.

          Aún está pendiente una importante tarea: crear la estructura administrativa para el Centro Cultural Bicentenario, para la “Ballena Azul” y su aprovechamiento por la Sinfónica Nacional como orquesta residente. Una estructura administrativa que cuente con profesionales a cargo, con fondos garantizados para varios años en adelante y competencia para contrataciones y liquidaciones en su área. Sin este trabajo, seguiremos hablando de modelos utópicos y admirando modelos culturales logrados lejos de nuestro suelo.