“La cultura es trabajo, no es esparcimiento o divertimento solamente.”
(Palabras
del discurso de la Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner en
oportunidad de la inauguración del Centro Cultural Kirchner el 22 de mayo 2015).
Al final, el
trabajo da sus frutos y los logros culturales a festejar en estos días de mayo
2015 son trascendentes. Vamos por orden cronológico:
Desde el inicio
del proyecto de un centro cultural nacional en el Palacio de Correos, los integrantes
de la Orquesta Sinfónica Nacional siguieron el desarrollo del mismo con suma atención. A
fines del 2007, cuando los arquitectos proyectistas, ganadores del Concurso
Internacional de Anteproyecto, estaban en el piso 6 del edificio abocados a la
tarea de elaborar los planos detallados de su visión, los integrantes de la
Sinfónica Nacional se pusieron a disposición de ellos y de los funcionarios
del Estado encargados, para aportar conocimiento y criterios específicos a la
planificación de lo que – con toda seguridad – llegaría algún buen día a ser su
sede: la Ballena Azul en el Centro
Cultural del Bicentenario, hoy, por Ley Nacional, denominado Centro Cultural Kirchner – CCK.
Cuando se habla de
un cambio cultural en estos años en Argentina, a los integrantes de la
Sinfónica se les hizo palpable lo que comenzó en aquel momento y que quizás supera
incluso las más esmeradas interpretaciones musicales: una experiencia de
participación ciudadana ejemplar.
Desde el primer
día, los arquitectos y funcionarios (luego también los encargados de las
empresas constructoras) nos recibieron con gentileza y respeto. Rápidamente
convencidos de la legitimidad de nuestro deseo de colaborar, nos incorporaron
al equipo. El trabajo conjunto tomó su curso a lo largo de los siguientes años
hasta la inauguración del CCK, reinando siempre una atmósfera de entusiasmo,
optimismo, alegría, compromiso, cordialidad y eficiencia. Esa manera de
trabajar en sí misma constituye un ideal cultural logrado: gobernantes y
trabajadores colaborando con confianza mutua y escasa visibilidad de jerarquías
en un proyecto para el beneficio comunitario.
Gracias por la experiencia.
En una especie de
cuarto intermedio, en diciembre 2011, cercano al cumpleaños 63 de la Sinfónica,
los representantes del Estado Nacional tuvieron la amabilidad de auspiciar el
pre-estreno de un documental sobre la orquesta en el hall de entrada del
Correo, acondicionándolo especialmente - en medio del tumulto de la
construcción – para este evento.
Gracias,
nuevamente, por el gesto.
Y finalmente, el 24 de
mayo 2015, vimos el concierto de inauguración.
Para muchos
espectadores, ya la entrada de la Orquesta Sinfónica Nacional a su escenario fue
un espectáculo memorable. La armonía y visible funcionalidad de su diseño le
imprimió a la primera aparición de la orquesta y a la ceremonia del habitual
saludo al público un sello de orden, seriedad y conmovedora belleza escénica. El aplauso frenético ya en ese
instante se debió probablemente a una íntima sensación de orgullo ciudadano del
público, de verse reflejado con tanta dignidad en esta imagen de bella
formación de un conjunto de personas, profesores músicos de la selección
nacional.
¡Cómo puede mejorar
la vida una infraestructura espléndida!
Las
virtudes de esta sala se revelan también en la experiencia vivida por los
músicos en el escenario. La funcionalidad de su relieve y la excelente acústica
aumentan la sensibilidad de percepción, de comunicación entre las partes y la curiosidad por hasta dónde cada uno puede arriesgar la entrega al conjunto y al
público. Pues de eso se trata para los artistas de escenario: abrirse hacia
adelante y arriba y desparramar torrentes de vitalidad y de afecto, generosos al
máximo y a la vez vulnerables al máximo…
Qué suerte entonces
que el vientre de la Ballena resulte ser un sitio acogedor, protector y
estimulante al máximo.
La sensación
corpórea al tocar es la de poder crecer y expandirse, de liberación de
preocupaciones y de invitación a una entrega total y alegre. Probablemente no
hayamos descubierto todavía el pleno potencial de este espacio. Cuando se dice
que cada músico toca su instrumento, y que la orquesta es un gran instrumento
en las manos de un hábil director, podemos concluir ahora que la Ballena
resultará con toda seguridad un gran instrumento para cualquier conjunto
musical que actúe en ella, un Stradivarius
entre las salas de concierto del mundo.
Con toda seguridad,
entre las etapas de refinamiento sonoro durante su ciclo principal de
conciertos, la Sinfónica va a salir y marchar tierra adentro, para predicar las
partituras de Beethoven, Shostakovich, Ginastera, Piazzolla y tantos otros
creadores consagrados también en lugares remotos de la República Argentina, sus
integrantes siempre entregándose con convicción y amor al público, sea en salones
de clubes de barrio, polideportivos o iglesias. Pero ¡que felicidad más reconfortante
saber que después volveremos a encontrarnos en el vientre de la Ballena!, para continuar el trabajo de purificación artística e iniciar pronto la emisión de
grabaciones televisivas, producidas bajo las circunstancias infraestructurales
más estimulantes que uno pueda desear.
Gracias por darnos
nuestra sede.